domingo, 26 de julio de 2009

El espejo de Filo.

La mar se mostraba calma. Un sol se apagaba lentamente en un ocaso anaranjado y despejado de nubes. El joven Filo parecía dilucidar en el horizonte una propuesta sincera de abandonar la vida que para él fue escrita. Apareció el poeta y le preguntó

- Filo, ¿que te ocurre? - Filo no le contestó. Sin embargo el poeta continuó.
- Te veo triste, mirando al horizonte, el fin de un nuevo sol. No se mucho de ti, pero como poeta, adivino que una tragedia te ha ocurrido y aventuro que es por amor. ¿Buscas una venganza? ¿Quizás una explicación? Filo... debes comprender que las cosas etéreas no tienen explicación. Deja que las dudas te traspasen, no estés triste por menesteres del amor. Te recomiendo que leas prosas alegres, y te inundes de pensamientos buenos. Hasta la vista!

A todo esto Filo no contestó, el poeta esbozó un suspiro y abatido, se marchó.

Justo yéndose el poeta apareció el sabio, que con una barba blanca y ojos cansados saludo a Filo.

- Hola muchacho, ¿Como estas? Te veo confuso mirando al horizonte... - Filo no se inmutó, permaneció con la mirada abstraída de la realidad.
- Ni los mas sabios conocemos el funcionamiento del amor, Filo. Sé que ni tu mismo comprendes lo que esta ocurriendo. Estas confuso, enfadado, hundido. Pero no te preocupes, esos síntoma se pasan, estate tranquilo. Como sabio que soy, te recomiendo la terapia del tiempo, verás como pronto todo cambia de color.

Contento por creer haber ayudado a alguien se marchó el sabio. Este, preocupado por Filo habló con el creyente y le convenció para que le dijera una palabras amables y reconfortantes.

Filo permanecía esculturalmente quieto, con la vista clavada en el anaranjado sol.

El creyente se sentó a su lado y sin preguntarle le empezó ha hablar.

- Filo, hijo mió. Todos somos bendecidos por dios. Eres un buen chico, y eso él lo tiene en cuenta. Te recompensará y ayudará ahora que lo necesitas, solo debes creer en él, dale tu fe y tus convicciones, y verás como te apoya y arranca ese dolor. Es tarde, me marcho a mi casa, y espero que esta noche le reses a nuestro dios.

Filo se quedó solo, mirando como las últimas gotas de luz eran apagadas por la oscuridad.

Se levanto lentamente, dispuesto a caer en un abismo de sombras, cuando se percató que tras de sí estaba el mismo, aún sentado. Filo enmudeció, sorprendido. Si mismo le preguntó:

- ¿Ha sido un bonito atardecer, verdad Filo?
- Lo ha sido. - Contesto, extrañado.
- ¿Como lo sabes? – Preguntó si mismo.
- Porque lo he visto, lo he vivido, como tú.
- ¿Como sería un mal atardecer?
- Sería diferente, supongo. Viento, lluvia, nublado. - Contestó Filo.
- ¿Crees que el atardecer sabría si es bueno, o malo? ¿Sabría si es diferente?
- No, no lo sabría.
- Y si él no lo sabe... ¿Es posible que esa diferencia no exista?
Filo representó con su rostro la definición de estar confundido. Y si mismo concluyó:

- Es posible que esa diferencia, solo la veamos yo.

jueves, 2 de julio de 2009

El sentido de la vida

Dicen que los dioses nos envidian porque en nuestras vidas mortales una decisión marca tu existencia por su concecuencia, convierte nuestras vidas en intensas.


Dicen los dioses....